EntrevistaNarrativa

Eduardo González Viaña

By junio 13, 2018 No Comments

EDUARDO GONZÁLEZ VIAÑA:  «No creo que la crítica se haya vuelto  agua tibia; ocurre sencillamente que el mercado le está quitando su espacio.»

El último libro de cuentos del escritor Eduardo González Viaña  «Los Sueños de América» nos lleva a un mundo casi real maravilloso,  donde los personajes, inmigrantes en Estados Unidos de América se abren paso y transforman el nuevo mundo a su manera.  Dueño de una prosa deleitante y elucubrador de historias que rondan siempre el tema, no sólo de la inmigración, sino también de esa propiedad que tiene el ser humano para re-construir su espacio ante la adversidad; Eduardo conversa con nosotros y reflexiona acerca de su oficio de escritor, la distancia del terruño, la literatura light, etc.

Muchos escritores escriben desde fuera sobre la patria que dejan. ¿Tú escribes desde la patria que te llevaste?

En mi libro «Los sueños de América», una familia de inmigrantes ilegales carga con su burro a pesar de entrar a  escondidas en los Estados Unidos, y el narrador comenta que todos hubiéramos querido traernos, además del burro, la casa, el reloj público, la cantina, los familiares, los amigos, el cerro, el paisaje del mar, ciertos atardeceres, algunos sueños raros y todos nuestros árboles, júbilos, recuerdos, amparos y desamparos. La verdad es que todo eso viene con uno. Todo ese espacio mágico que viene conmigo es el que me dicta historias y a veces me hace volver a vivirlas.

¿Existe un escritor-caracol (en el sentido de que se lleva su país y su familia y asume un nuevo espacio en el que inventa una cultura) en oposición al escritor nostálgico?

Se trata de una imagen muy descriptiva, pero no creo que me corresponda.  La nostalgia es lo que me devora, y para aplacarla leo muchos libros de historia pues, como tú sabes, la historia es menos exacta que imaginativa. Además, mientras recorro los 30 kilómetros que separan mi casa de la universidad voy adjudicando nombres latinoamericanos a los diversos accidentes naturales. Hoy, por ejemplo, me
detuve en el Cusco para tomarle fotos a un venado y mordí una manzana en Bogotá. La columna periodística «Correo de Salem» que publico en diversos diarios de América es mi otra manera de hablar y de escuchar a mis amigos distantes.

Once años afuera, ¿no te habrás convertido ya en un escritor afuerino?

Si por afuerinos te refieres a quienes pueden escribir sin llevar el peso de la patria, quizás existan, pero no los conozco ni podría comprenderlos. Desarraigarse del amor patrio de esa forma debe ser algo así como haber nacido con el corazón del lado derecho, o como haber muerto de repente y seguir caminando sin saberlo.

El gran tema de tu literatura es la migración. ¿Qué clase de literatura incuba este tema?

La migración es un fenómeno tan hermoso como temible y desconcertante. Un peruano que entró a este país por un cerro de Tijuana me contaba que era noche de luna y que por curiosidad volteó a mirar, y advirtió que un estadio de gente lo seguía. Hay en ellos y en  todo ello un material desbordante para la literatura, y mas que eso un delirio y  tantas obsesiones como las que movieron la mano de los autores de la Biblia en los 40 años del camino hacia la Tierra Prometida.

Dicen que el mercado produce o fabrica escritores,  ¿Crees que la crítica se ha vuelto agua tibia?

Las cifras del mercado muestran que tu pregunta es una  realidad aterradora. Escritores y libros fabricados por el mercado se encaraman en los «ratings» por encima de lo que veras es literatura. No creo que la crítica se haya vuelto agua tibia; ocurre sencillamente que el mercado le está quitado su espacio.

La literatura light es artículo de mercado. ¿Temes  esa tentación?

La verdad es que no he tenido jamás esa tentación. El único lugar donde me esmero diariamente por ser «light» es el gimnasio. ¿Tu crees que puede ser light el ciudadano de un país en el que la mitad de la deuda externa está en los bolsillos  de los saqueadores? ¿se puede ser light cuando el sueldo de un maestro equivale a la centésima parte del que reciben sus representantes parlamentarios? ¿se puede ser light cuando en la patria de uno un porcentaje abrumador de familias se alimenta con pastilles de sopa? ¿se puede ser light cuando se es ciudadano de América Latina, una región del mundo en la que la democracia es todavía una flor para retóricos?
Si por ser «light» se entiende no tener estas preocupaciones sociales, no soy ni podría serlo jamás. Siempre he creído en  la literatura como en una ocupación decente. Mi trabajo como escritor no alcanza a transformar al mundo ni al hombre, pero me induce a servir personalmente los valores sin los cuales es desesperante el mundo, y el hombre deja de ser respetable.