Doctora en Derecho y Ciencias Sociales y Magister en Ciencias de la Comunicación (Univ. CAECE, Argentina). Novelista, cuentista y ensayista. Ha publicado «Los Muros», cuentos, Editorial Botella al Mar, 1999 y «Cartas escritas en silencio para el viento», novela, Editorial Corregidor, 2001. Es . Obtuvo el premio Jorge Luis Borges, de la Fundación Givre, en 1989, por su cuento «Castillos». Actualmente se encuentra en prensa «Sin mensajes nuevos. Cuentos perversos y poemas desesperados», y ha escrito en coautoría «El discurso argentino de la mentira», ensayo inédito. Ha participado en paneles, es colaboradora en sides sobre Semiótica y de revistas literarias, y ha hecho entrevistas radiales ( Buenos Aires, Rosario y París) por sus libros, y en temas relacionados con la Semiótica de la imagen fija y en movimiento. Tiene estudios en Letras y de Cine (Universidad de Buenos Aires, y Universidad del Cine, dos años, respectivamente).
AMOR QUIETO
Más allá de La Habana
las trenzas de una hembra en celo
esperan las manos de un hombre
que se olvidó del océano.——————————————
A mi hija.
Quisiera anular los tiempos
(cuando la palabra se devoró el gesto)
o, como en la moda,
unir los retazos
para un vintage de la vida.Deslizarme como un mago
entre sus sábanas de niña
y animarme a bailar
un rock o una lambada,
hasta un tango
o también coserle un traje nuevo.Todo eso quisiera,
pero no puedo
pues como el mar
en la misma ola renazco y muero.Querría anular el peso que se arrastra
de repetir una y otra vez el mismo error,
para poder decirle
lo secular, lo humano,
aquello que el ajetreo de la palabra
trasformó en banal,
lo único que una hija espera oír “Te quiero”.Pero no me basta (ni le basta),
por eso, le pediré a la luna
me ayude con nuestro vintage de vida.
Será tan armonioso y bello ese vintage
que madre e hija seremos exhibidas
en las vidrieras de todos los negocios
de la alta costura del planeta.Trampas suelen andar
El teléfono no suena. Desesperada, palpo la piel que él untó y me abalanzo al vacío. Todo comienza a precipitarse, y ahora, que ya no puedo aferrarme a la cornisa del edificio que me ve caer, alcanzo a escuchar el sonido del aparato que llama.
©Paula WinklerNarciso sin Eco
Si me hubieran dicho que él no iba a agradecérmelo, no le habría prestado atención tantos años.
©Paula WinklerMalentendido
Creí que me amaba. En cambio fui como una joya, que apenas se exhibe y luego se guarda en la caja fuerte.
© Paula Winkler