Narrativa

Héctor Velarde Espinoza

By junio 13, 2018 No Comments

(Perú,1971)
Ha ejercido el periodismo cultural en los diarios GESTION y CAMBIO, y publicado artículos, entrevistas, reseñas, críticas y comentarios en los diarios El Comercio, Síntesis de Lima-Perú; en El Diario La Prensa de New York, en las revistas Hispamérica, El Cinéfilo, en el Portal de Internet de El Libro Digital y también en la sección de entrevistas de Híbrido Literario. Dirigió, entre los años 94 y 95, el Cine Club de la Facultad de Derecho de la Universidad San Martín de Porras. Actualmente radica en New York y está a punto de publicar su primer libro de cuentos.

EL ALPINISTA

Mediodía. El paisaje y el cielo andino se ven espléndidos. Casi arañando el sol, el Huascarán. Dos alpinistas lo desafían. De un equipo de seis, sólo ellos tienen el aire y el corazón para seguir adelante.

Diego es mejor, pero Álvaro es más audaz. Sin embargo, eso no bastó para evitar el infortunio que acaba de ocurrir. Álvaro resbaló, apenas si puede sostenerse. La mano de Diego llega tarde, pero llega. Más abajo, 5 mil metros sobre el nivel del mar. La soga de seguridad se ha roto.

Son más que amigos, son compañeros de ruta. Álvaro es algo más joven, un adolescente lleno de entusiasmo y talento para el alpinismo. Cuando Diego lo conoció, supo al instante que sería mejor que él. Decidió ser su maestro. Ahora su vida esta, literalmente, en manos de Diego. Este apenas si puede sostenerlo. Sólo ve su rostro desesperado gritando que no lo deje caer. Diego lo sostiene con todas sus fuerzas, pero no es suficiente. Grita, a sabiendas que nadie puede socorrerlo.

El joven no ayuda, se menea demasiado y sus piernas nerviosas provocan que se desintegre la poca nieve que lo respalda. Diego esta prácticamente de cabeza. Siente como su cuerpo se desliza hacia el precipicio. Si no lo rescata pronto, él también rodará. Pero no tiene la suficiente fuerza. En todo caso, tendría que bajar un poco más e intentar jalarlo por la cintura. Lo intenta, pero por poco y se cae, la montaña está demasiado resbaladiza. Las fuerzas lo abandonan.

Álvaro imagina lo que piensa Diego, le ruega que no lo suelte. Llora. Diego puede ver el precipicio que le espera a su amigo. Su cuerpo quedará destrozado, irreconocible. Sería casi imposible recuperar sus restos.

Estos pensamientos lo perturban. Sabe que la vida de Álvaro depende de él. Lo intenta y lo vuelve a intentar, y no puede. Lo único que provoca es comprometer más su posición, empujar su propio cuerpo hacia el abismo. Álvaro también lo sabe, pero aún así le suplica que no lo abandone. Diego teme por su vida. Especula que su amigo está actuando con egoísmo, que no se deja ayudar, y que lo está arrastrando hacia su cruel destino.

El tiempo se acaba. No podrá sostenerlo más. Diego debe decidir. Álvaro piensa que su amigo no quiere ayudarlo, que no hace todo lo que podría, que es un cobarde. Si tan sólo todo se hubiera presentado más fácil, por ejemplo, que no hubiera llegado a tiempo para cogerlo, que se hubiera caído. Pero no, las cosas son así, y en sus manos está la vida de su amigo, y en las de él la suya.

Diego especuló: “No puedo salvarlo, pero puedo salvarme”. Buscó alguna justificación: “Es su culpa. No ajustó bien el cable. Se arriesgó demasiado. Todas esas decisiones las tomó Álvaro, no yo”.

¿Por qué entonces tendría que morir con él? Pero sabe además que, si él fuera quien se estuviera meneando sobre el abismo, no perdonaría que lo suelten.

La montaña vibra. Diego resbala centímetros. Ahora, ni él mismo puede sostenerse. Pero todavía lo tiene aferrado a sus manos. Se miran con ojos desesperados, uno sabe que la muerte está cerca, y es inevitable; el otro, que todavía puede salvarse. Él es lo único que lo ata a la vida. Álvaro es joven y hermoso, no merece su suerte. Diego sabe también que aunque decida soltarlo, tampoco él podrá sobrevivir. Llora en silencio, rogando que la naturaleza o su hermano tomen la decisión que él no puede tomar. El tiempo se acaba. ¿Tú qué harías?